Decía Audre Lorde que no se desmantela la casa del amo con las herramientas del amo mismo; es preciso crear otras herramientas hábiles que nos permitan hacerlo. En Valientes Hombres de mi Patria era eso precisamente lo que yo buscaba: desmantelar la casa patriarcal del lenguaje sexista que asume la palabra “Hombre” como vocablo incluyente, que abarca a todas y todos los demás. Para desmantelar esta casa tan enraizada del lenguaje sexista decidí utilizar sobre todo la estrategia feminista de la sátira, el chiste y la ironía para examinar de cerca esos usos. El Gran libro del Hombre, El Gran juego del Hombre, se mofan de forma irónica e irreverente de ese constructo social universalizador que despoja de sus singularidades a la Soltera, la Casada y la Enamorada, en fin, a las mujeres con todas sus complejidades, para encerrarlas en estereotipos banales. El chiste es capaz de transgredir y establecer un lugar de resistencia. Como dice Hèlene Cixous en su texto La sonrisa de la Medusa, en el que nos conmina a las mujeres a escribir y a alzar nuestra voz: “Solo tienes que mirar a la Medusa para ver que no es mortal. ¡Es hermosa y está riendo!.” (885) La ironía, la sátira y el chiste pueden derrumbar siglos de “mansplaining” con certera pero firme elegancia. Las fabulaciones que inventé en 1997 siguen en pie. Aunque mi curiosidad me haya llevado lejos del interés por la escisión cartesiana entre cuerpo y mente, la búsqueda de esa espiritualidad basada en la tierra como principio femenino, sigue vigente en mi exploración actual. Veinticinco años después, a la vera del movimiento feminista actual, en el Ecuador el aborto sigue siendo cuestión de la iglesia y del hombre, la tasa de feminicidios es exorbitante y a las mujeres aún nos cuesta alzar la voz sin miedo a ser reprimidas o rechazadas. Hoy recordamos, no obstante, que las valientes hemos sido nosotras: Valientes Mujeres de mi Patria.