Nubes preñadas de agua y vapor cuelgan sobre la carretera. El monte azulado y monstruoso nos indica que el norte queda a la izquierda. O a la derecha. No sabemos. La brújula organizativa del cuerpo se ha perdido. La carretera viene desde el Oriente dejando el mismo monte atrás. ¿Cómo es que ahora está a la izquierda? En un instante ese orden al que nos tiene acostumbrada la geografía de este hueco enclavado entre dinosaurios dormidos pierde su razón de ser y su dignidad. Estoy perdida, desorientada. ¿Donde está el Norte?, ¿dónde el Sur? El corazón me da un vuelco y el terror se apodera de mi. Sigo manejando. La pregunta se me atosiga en el pescuezo: ¿Cómo partir de un punto y llegar a otro, si el otro es el mismo, o el mismo es el mismo?